‘¡No me toreéis, niños!’ decía mi santa madre al verse desbordada por sus seis retoños. Aquí el verbo ‘torear’, dicho a una persona, significa darle largas, engañarle con algo que no se tiene intención de ofrecer, de la misma manera que ver los toros desde la barrera implica actuar con ventaja en la que no hay riesgo alguno, mientras que lanzarse al ruedo expresa justo lo contrario: lanzarse a una empresa con total decisión. Saltarse a la torera una cosa se aplica para eludir hábilmente una obligación, pero si se tiene vergüenza torera es que, como el buen matador, uno se rige por un código de conducta impecable, ajeno a la cobardía y malas artes, tal era el concepto de dignidad que los españoles de antaño tenían sobre el asunto.