Pero sabías de qué se trataba?Lalo- No hacía falta. Yo acudo siempre a estas cosas desinteresadamente.Somolinos- ¿Pensaste siquiera de parte de quién ibas a ponerte?Lalo- Tampoco: mi deber era ponerme donde hubiera menos.Somolinos- Ya. Romanticismo puro.Lalo- Llegué en un taxi. Me acerqué a uno para preguntarle. Tenía un aspecto entre estudiante yobrero; estaba mirando desde lejos, en silencio y con un gran aire filosófico, como si la cosa no fuera con él. Le dije: camarada. Entonces se volvió, sacó la porra y zas. Un admirable ejemplo de laconismo. Cuando desperté estaba dentro de la Facultad, enbrazos de esa muchachita rubia de Preparatorio, que me miraba llena de lágrimas. ¡Oh, es el gran momento de los heridos!