Soy en mi corazón muy castiza, y ¡viva la madre que el idioma en el colegio, pero allí fue donde me enseñaron
me parió!”. De esta forma tan espontánea, con una
frase de lo más divertida, rotunda y en un perfecto español aprendido durante sus época de estudiante
en Talavera de la Reina (Toledo), Gwyneth Paltrow (Los Ángeles, 1972) terminaba su discurso en los ELLE Style Awards 30 Aniversario, entregados el pasado mes de octubre en Madrid. La actriz estadounidense acababa de recoger el Premio Icono ELLE, galardón que le había sido concedido por méritos propios. A sus 44 años, la estrella de Hollywood acumula más de 40 películas, entre las que destacan títulos tan exitosos como Hook (1991), Seven (1995), El Talento de Mr. Ripley (1999) y Iron Man (2008). También posee un Oscar (por el papel de Viola de Lesseps en la romántica Shakespeare in Love, estrenada en 1998) y es madre de dis preadolescentes (Apple y Moses), fruto de su matrimonio con Chris Martin. Aunque la pareja se separó en enero de 2014, Gwyneth mantiene una excelente relación con el líder de Coldplay; de hecho la hemos visto junto a sus hijos en conciertos de la banda, cantando, como el resto de los fans, los himnos pop de Martin y compañía. Además, Paltrow es, desde
el año 2008, una empresaria de éxito gracias a la web Goop.com, una plataforma online creada y dirigida por ella misma en la que brinda consejos para llevar una vida mejor e información sobre viajes, moda, belleza, cocina, arte, shopping... Su amplio currículum se completa con su colaboración con la frma española de joyas Tous, de la que es imagen a escala mundial. Tras protagonizar la campaña Tender Stories No 4, la californiana repite (con nuevo papel) en la entrega No 5 de las tiernas historias de la casa. En esta ocasión, el azar es el hilo conductor de un guión con el que Gwyneth se siente particularmente identifcada: “Yo también creo en el destino. Si no lo haces, la vida puede parecerte un poco más triste,
más complicada. Es mejor tener fe en la idea de que te encuentras en el sitio correcto. Siempre me siento más contenta cuando sé que estoy exactamente donde Dios me quiere”. Le digo que su flosofía me ha hecho recordar una película que protagonizó a fnales de los 90 sobre cómo una decisión podía cambiar el rumbo de una vida... “¡Sí, Sliding Doors! –Dos vidas en un instante–”, reacciona con entusiasmo. Precisamente, el destino nos ha llevado a sentarnos frente a ella en el Hotel Villa Magna, en la capital, donde compartimos horas de fashes, poses, estilismos salpicados de joyas y una charla –cómo no– muy castiza: en español.
No cabe duda: la cámara la quiere. Y, gracias a ello,
la sesión pasa volando. Después es el turno de las preguntas; Gwyneth me recibe en albornoz, con cara relajada tras el shooting. Nos quedamos a puerta cerrada para hablar de trabajo, familia, iconos y el brillo de Tous.
No has parado ni un minuto desde que aterrizaste en España. ¿Estás cansada?
¡Si! Pero es por culpa del jet lag... Llevo como una semana sin dormir. Es horrible: anoche me desperté primero sobre la una; luego, a eso de las tres; más tarde, a las seis... Solamente podía pensar: “¡No, por favor!”.
Hablas un español perfecto. ¿Te acuerdas de cuál fue la primera palabra que aprendiste?
Aún no es perfecto... Cuando llegué a Talavera ya me sabía un montón de palabras porque estaba aprendiendo
todas las palabrotas (risas). Como gilipollas, que todavía es mi favorita. También me encanta mogollón. Son cosas que no suelen decirse en las clases de español.
Das la impresión de ser una persona muy espontánea. ¿Cómo es Gwyneth, con sus virtudes y sus defectos? A ver, yo tengo un montón de defectos. Por ejemplo, intento trabajar mucho la paciencia; quiero tener más porque siempre estoy tratando de hacer dos cosas a la vez: los niños, el trabajo, la cocina, nosequé... Ese es mi defecto más pronunciado: la impaciencia. Y mi mayor virtud es –creo– que soy una buena amiga: las mías
me dicen que, cada vez que tienen algún problema,
se encuentran en una situación en la que necesitan hablar con alguien o quieren una receta para preparar algo especial, soy yo a quien llaman (o, directamente, la persona que las llama). Siempre estoy para ellas.
Otra de tus virtudes es que estás estupenda.
¿El secreto?
A mí me encanta tener 44 años. Estuve agobiada antes de cumplir los 40; a los 38 y 39 no paraba de pensar: “¡Dios mío!, ¡¿qué va a pasar?! –lo exclama exagerando los gestos, riéndose y simulando cierto dramatismo–, nosequé, mi vida...”. Y me encuentro más feliz ahora, más cómoda y relajada. No me importa lo que digan los demás sobre mí o sobre mi vida, me dan igual las rayas (se refere a las arrugas de su rostro). Creo que es un regalo cumplir 40 años y los que vienen detrás. Siempre digo que, cuando una mujer llega a esta edad, tiene como un software que de repente se actualiza y le hace sentirse más abierta y relajada. El foco de atención no debe estar nunca en detalles que no merecen la pena.
Eres nuestro Icono